Todos sin importar la edad, llevamos dentro de nosotros un pequeño niño.

Aunque tengamos cien años, a nuestro niño interior le gustan los bombones, los helados y los paquetes, le gusta sentirse protegido, amado y consolado. Le gustan los regalos, los cuidados de las personas que están a su alrededor y por supuesto hace pataleta ante algo que le disgusta.

Este niño nos acompaña las veinticuatro horas del día y aunque a veces nos las damos de muy adultos, ese niño hace de las suyas y se siente perezoso, solo queriendo ver TV, tirarse al pasto mirando el cielo o rodar como un trompo.
Nuestros niños se comunican unos a otros y a veces se invitan a fiestas en la que brincamos, bailamos, cantamos en el karaoke y comemos pastel, luego hacemos una ronda de chistes, nos burlamos de las cosas de nuestros amigos, recordamos cuentos viejos de cosas curiosas vividas y nos divertimos juntos.

Tenemos dentro, niños capaces de disfrutar como cuando teníamos diez, capaces de aprender como cuando teníamos dos, tan curiosos como cuando teníamos uno y tan felices como cuando nos regalaron nuestro primer perro.

¡Somos niños jugando a ser grandes!

Solo que con todas las responsabilidades y el trabajo de la vida diaria se nos olvida y cuando nos vamos olvidando de este pequeño dentro, es justo cuando viene la etapa del envejecimiento, pues el niño crece y se convierte en un adulto que solo piensa en “cosas importantes y serias” como el producir y tener muchas cosas que la sociedad le dicta que debe tener. El niño solo tiene lo que ve y lo que hay a su alrededor y con eso es feliz, porque lo que encuentra a su paso le permite construir castillos de arena, carros esferados, una escuela con sus amiguitos, un palacio de papel, un hombre de nieve y una casa en la rama más alta del árbol más cercano.

Pongamos atención de vez en cuando a nuestro niño interior, divirtámonos con él, gocemos y disfrutemos lo que tenemos y cuando se pueda, comamos muchos helados hasta que nos duela la barriga, y entonces escucharemos dentro de nosotros la voz de este pequeño llamándonos a vivir y a sentir de un modo que tal vez ya lo habíamos olvidado, pero que ahí está este pequeño justo ahí para recordárnoslo.

Escrito por: Jeannette Romero

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